Por: Miguel Mejía
Con el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona, hijo de doña Sula y don Rafael, me unen vínculos históricos forjados del afecto muy profundo con toda su familia. Con su padre, llegamos a la alianza con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) cuando este presidía la Alianza Social Dominicana (ASD), que en aquel entonces era un desprendimiento del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), versión Peña Gómez.
Esta relación con la familia Abinader-Corona, que inicio por una razón política, en el tiempo se constituyó en una relación familiar. He sido ejecutivo de las empresas de esta familia, incluyendo la Universidad Dominicana O&M y nunca se desarrolló un vínculo obrero-patronal; el trato siempre fue de familia; asì lo percibí y de lo cual me he sentido siempre honrado.
A partir de los años 90 cuando llegamos juntos a la alianza electoral ASD-MIU-PLD, concluido ese proceso, don Rafael volvió a su lugar de origen, el PRD, quedando yo en el mío, el Movimiento Izquierda Unida (MIU). El dio ese paso con mucha transparencia y honestidad frente a mi persona y mi organización; me consultó y lo entendí, dejándole en libertad de actuar en base a su íntima convicción; le dije que esto no afectaría en modo alguno nuestra relación personal.
A partir de ese momento nosotros seguimos en esa alianza plurideológica y pluripartidista con el PLD, acuerdo rubricado en 1993 por su extinto líder, el profesor Juan Bosch. Jamás volvimos a tener coincidencias políticas, él en su espacio y yo en el mío.
Siempre el doctor Abinader respetó mis posiciones políticas, ideológicas y de clase, yo por igual hacia él. Hoy, su hijo Luis, siguiendo los pasos de su padre ha podido alcanzar lo que el en vida quiso y no logró.
Por todas estas razones me siento comprometido con el éxito de Luis, en honor a la memoria de su padre, a la honorabilidad de su familia y a la generación que èl hoy representa. Esto no me vincula, en modo alguno, a su partido.
Dicho esto, debo seguir siendo coherente con mis principios, mi visión y mi íntima convicción, como siempre he sido.
Le agradezco al PLD, a Danilo y a Leonel que siempre me permitieron mis disidencias, aun estando en funciones públicas de importancia en sus respectivos gobiernos. Y quiero seguir siendo consecuente con todo esto, porque están sucediendo cosas que desde mi óptica no las veo bien, razón por la cual, si guardo silencio y soy indiferente traiciono mi íntima convicción.
Me refiero al caso del Licenciado Simón Lizardo Mezquita, con quien me une una gran amistad, igual que con su hermana, la educadora Cristina, y con su familia, desde hace muchos años. Para los que no lo sabían, Simón fue militante de izquierda antes de llegar al PLD; un hijo de ese símbolo de la moralidad, la firmeza y los principios éticos revolucionarios, como lo es el maestro Rafael Chaljub Mejía y Dulce María, su esposa. Por lo que no creo que exista razón alguna para someter a Simón a esas visitas al Ministerio Público. Reitero, lo conozco y se que es incapaz de ofender la honorabilidad de su familia, de sus amigos y de la parte sana de su partido.
Mi coherencia e íntima convicción siempre me han colocado en una sola posición de una sola cara, por eso, en el momento en que la magistrada Miriam Germán fue objeto de un agravio en una de las sesiones del Consejo Nacional de la Magistratura, también consideré, desde mi óptica, que eso no estuvo bien, y, de inmediato tomé mi teléfono en mi oficina de Palacio, le llamé y le expresé un desagravio con mis muestras de solidaridad. De igual manera, ahora que no estoy de acuerdo con esto que sucede a Simón, también debo expresarlo.
El presidente Abinader ha procurado y defendido la instalación una justicia independiente, lo cual me parece bien. Y así debe de funcionar en su forma y contenido.
Por tanto, desde esta tribuna, quiero dejar constancia de mi apreciación sobre este ciudadano que se le llama Simón Lizardo Mezquita.