La decisión del presidente Luis Abinader de conceder la nacionalidad dominicana privilegiada al escritor y Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa no puede ser considerada solo como una acción de marketing turístico, partiendo del supuesto de que las ideas prejurásicas de este, furibundo conservador reaccionario, pudieran motivar el peregrinaje de visitantes interesados en ver un ejemplar no extinto del pasado.

No nos engañemos, ni dejemos que el incienso nos nuble la vista, el marqués de Vargas Llosa es un ser respetado como escritor y repudiado como político y persona, especialmente por sus propios  compatriotas peruanos, que rechazaron en 1990 sus pretensiones presidenciales. Aliado incondicional de los Estados Unidos de Norteamérica en sus pretensiones hegemonicas e injerencista, es el único hispanoamericano que ha recibido el premio anual del American Enterprise Institute, buque insignia del neoconservadurismo y soporte ideológico de las aventuras genocidas en Iraq y Afganistán, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001.

Vargas Llosa se ha destacado, además, en el acoso contra los gobiernos de izquierda de la región, y contra las fuerzas progresistas de España y el resto del mundo. No podemos obviar, porque todavía está y estará presente en el corazón del pueblo dominicano, sus desacertadas declaraciones difamando  a la República Dominicana, al cuestionar la aplicación de la  sentencia 168-13 sobre la migración ilegal y calificando al país de nazi.  Se trata de un lacayo de lujo de la derecha enardecida ante el avance de los pueblos en su lucha por su autodeterminación. Personas así nada tienen que aportar a nuestro país, salvo la vergüenza de haberle otorgado una nacionalidad privilegiada  inmerecida.

No nos engañemos: en lo adelante tendremos en el país a un vocero nacionalizado de lo peor del pensamiento político mundial; un peón al servicio de las élites neocolonialistas para fustigar la política interna desde la rancia derecha decadente, en tiempos de despliegue de un nuevo ciclo progresista en la región.

Que no se confunda el letrado advenedizo: República Dominicana no es  una adormilada plaza de Madrid con un fondo de gruñidos de Vox, sino una tierra de Restauradores y Constitucionalistas, de mucha tradición combativa y mucho sacrificio de su pueblo.

Aquí la “Fiesta del Chivo” lleva condimento especial.

Junio 1, de 2023.