Resulta extraña la indiferencia internacional frente al caso del avión de propiedad venezolana qué desde hace más de dos meses está secuestrado en Argentina por orden norteamericana.
Esa aeronave aterrizó en Buenos aires, quiso reabastecerse, las empresas proveedoras de combustibles se negaron a hacerlo.
Empezando por la Shell, a la cual ya el gobierno venezolano le había pagado por adelantado ese servicio.
Los ocupantes del avión, con el tanque en la reserva, volaron entonces hacia Uruguay, allí ni siquiera le permitieron aterrizar, regresaron a Buenos Aires y la policía aeroportuaria intervino la nave.
La sometió a registro, la tripulación, compuesta por catorce venezolanos y cinco iraníes, todos fueron despojados de propiedades, documentos y equipajes, las habitaciones del hotel donde estaban hospedados fueron allanadas. Desde Washington llegó el FBI y por más que Venezuela, el legítimo dueño, reclame su propiedad, el aparato sigue secuestrado y los tripulantes impedidos de regresar a sus países respectivos.
El origen de este atropello no puede ser más condenable. En su mentalidad imperialista del derecho internacional y las relaciones entre los Estados, Washington dicta una ley y cree que el mundo entero está obligado a obedecerla. Así, Irán no tenía derecho a venderle su avión a Venezuela, por más que se hable de la libertad de comercio y la autonomía de cada Estado.
Según ese concepto filibustero del derecho, las leyes norteamericanas tienen alcance extraterritorial y todos los países están forzados a obedecerlas, so pena de sanciones económicas severas. Por eso, se ha impuesto un terror que contamina los intercambios comerciales internacionales.
Ya conocemos lo de la ley Helms-Burton, promulgada para castigar a quienes negocien con Cuba. Y lo peor es que otros gobiernos se someten a los dictados draconianos de Norteamérica. Ahora se informa que un yate ruso valorado en 74 millones de dólares está retenido en Gibraltar a requerimiento de la firma norteamericana J P Morgan, que lo confiscó y ya lo está vendiendo como suyo.
Hace poco, en nuestro país ocurrió algo parecido con el yate de otro millonario ruso que arribó a puerto dominicano.
Hace cerca de un año los norteamericanos interceptaron un tanquero que transportaba combustible a Venezuela. Como ese combustible había sido refinado en Irán, dijo Washington que eso violaba las leyes norteamericanas de exportación, y se adueñaron del combustible.
No caben dudas, el pirata Francis Drake y los corsarios de otros siglos salen siendo angelitos ante los piratas del siglo veintiuno.