Lógicas que inciden en la alerta regional por Venezuela
Por: Martha Pérez, 28 agosto 2025
Desde que el pasado martes 18, Estados Unidos a través de la vocera de la Casa Blanca Karoline Leavitt advirtió que “usará todo su poder” para frenar el narcotráfico procedente de Venezuela y el flujo de drogas hacia su país, calificando al gobierno legítimo de esa hermana nación suramericana como un cartel del narcotráfico, se produjo una alerta continental de rechazo a todo intento de intervención militar contra naciones soberanas. El extraño planteamiento de la portavoz se produce al ser cuestionada en rueda de prensa sobre el despliegue de tres buques con cuatro mil soldados en las aguas del Caribe cerca de Venezuela.
Este planeamiento junto al despliegue de los buques, entre otras advertencias amenazantes ha creado una atmósfera regional y alerta global, que siempre ha estado encendida en Venezuela como consecuencia de las presiones, bloqueos, amenazas de todo tipo desde el nacimiento del proceso revolucionario bolivariano. De inmediato comenzaron a producirse reacciones de varios mandatarios, de diferentes sectores políticos, sociales, académicos, culturales, rechazando tales planteamientos, expresando apoyo y solidaridad con el pueblo venezolano, su gobierno y su presidente constitucional, exigiendo respeto al derecho internacional, a la diplomacia de paz en soberanía. Estas reacciones vienen de todos los continentes, destacándose la República Popular China y la Federación Rusa, dos grandes aliados estratégicos de Venezuela.
De manera natural surge un consenso continental sobre estas pretensiones de los Estados Unidos de Norteamérica: El objetivo son los recursos naturales, minerales, petroleros, de Venezuela.
En este contexto, cabe destacar algunas cuestiones lógicas analizadas por especialistas de la geopolítica que deben considerarse para entender de forma y de fondo la situación que se ha creado, originando a su vez un escenario complejo y preocupante frente al mundo de hoy, donde la humanidad clama por el cese de las guerras, por el diálogo para la búsqueda de soluciones políticas y diplomáticas, siempre dentro del marco de plena soberanía.
El despliegue militar estadounidense en el Caribe enfocado hacia aguas territoriales de Venezuela ha influido de manera inmediata en la opinión pública nacional e internacional originando diversas opiniones, conjeturas, reacciones, hipótesis, todas apuntando a una especie de catarsis con impacto psicoemocional complementado con el incremento de la anunciada recompensa por la “captura” del presidente Nicolás Maduro. ¿A quién va dirigido esto?, como si se tratara de un fugitivo de la justicia.
Vale profundizar en las opiniones de estos analistas cuando indican además que todo se ha movido y se está moviendo en torno a construir y desarrollar un ambiente de tensión psicológica, emocional y mediática tendiente a magnificar una inminente intervención militar estadounidense en territorio venezolano. En este señalamiento se inscribe el despliegue de tres buques estadounidenses frente a las costas venezolanas acompañados por más de 4 mil infantes de marina.
Dado que las pretensiones y argumentos se entremezclan, crean confusión propagandística, que merecen mayor atención, porque, por ejemplo, las herramientas (naves, buques, soldados, infantes de marina, armas, etc, para responder a amenazas contra carteles de la droga no son las mismas que las de un objetivo político concreto. Consideran que el despliegue que se visualiza resulta “desproporcionadamente grande para una operación antinarcóticos e insuficiente para una invasión militar”.
Esto se entiende de tal manera, por citar un ejemplo, solo en abril de 1969, el número de tropas estadounidense en Vietnam sobre paso los 500 mil hombres y mujeres y más de dos millones durante la guerra; en República Dominicana, con 48 kilómetros cuadrados de territorio desembarcaron 42 mil soldados e infantes de marina en 1965, cuando el pueblo defendía la constitucionalidad.
Otra lógica que matiza el escenario montado es que la administración del presidente Trump ahora llama al gobierno de Venezuela y su presidente como “cartel narcoterrorista”, una denominación semántica que envuelve el intervencionismo militar contra un Estado soberano dentro de una aparente acción contra el narcotráfico.
Un aspecto más de esta lógica, es la anunciada incautación de bienes al presidente de Venezuela por valor de 700 millones de dólares en República Dominicana, distribuidos, supuestamente, entre mansiones, yates, vehículos de alta gama, aviones, y otros, información publicada a mediados del presente mes, sin una demostración a la fecha de ninguna prueba documental al respecto, ante lo cual el gobierno dominicano ha debido solicitar por la vía correspondiente una explicación sobre el uso del nombre de nuestro país para agredir a otras naciones, incluido a un mandatario, lo que de muchas formas daña la imagen de República Dominicana; pero esto parece no interesar a nuestras autoridades.
Y, de acuerdo a un gráfico sobre las rutas del narcotráfico en la región que circula en las redes sociales publicado por una reconocida fuente, se preguntan por qué geográficamente el despliegue de buques contra los carteles de drogas en Latinoamérica se hace en el Caribe con miras hacia aguas territoriales venezolanas, considerado este espacio como uno de los mares más vigilados del mundo, y no lo hace en el océano pacífico, donde transita más del 87% del narcotráfico regional?
Se trata pues, de provocar una situación interna desde la psiquis social sin asumir las consecuencias políticas de una intervención directa. Entendiendo esto, Latinoamérica está vigilante cuidando su paz en soberanía. El pueblo venezolano está alistado y listo, con las miras puestas en sus aguas territoriales, su suelo y su cielo, como todos los pueblos del continente a los que sus procesos de independencia, democracia y soberanía les ha costado esfuerzos, sacrificios y sangre de sus próceres, héroes y heroínas. El mundo está pendiente y quiere paz en soberanía.
Desde que el pasado martes 18, Estados Unidos a través de la vocera de la Casa Blanca Karoline Leavitt advirtió que “usará todo su poder” para frenar el narcotráfico procedente de Venezuela y el flujo de drogas hacia su país, calificando al gobierno legítimo de esa hermana nación suramericana como un cartel del narcotráfico, se produjo una alerta continental de rechazo a todo intento de intervención militar contra naciones soberanas. El extraño planteamiento de la portavoz se produce al ser cuestionada en rueda de prensa sobre el despliegue de tres buques con cuatro mil soldados en las aguas del Caribe cerca de Venezuela.
Este planeamiento junto al despliegue de los buques, entre otras advertencias amenazantes ha creado una atmósfera regional y alerta global, que siempre ha estado encendida en Venezuela como consecuencia de las presiones, bloqueos, amenazas de todo tipo desde el nacimiento del proceso revolucionario bolivariano. De inmediato comenzaron a producirse reacciones de varios mandatarios, de diferentes sectores políticos, sociales, académicos, culturales, rechazando tales planteamientos, expresando apoyo y solidaridad con el pueblo venezolano, su gobierno y su presidente constitucional, exigiendo respeto al derecho internacional, a la diplomacia de paz en soberanía. Estas reacciones vienen de todos los continentes, destacándose la República Popular China y la Federación Rusa, dos grandes aliados estratégicos de Venezuela.
De manera natural surge un consenso continental sobre estas pretensiones de los Estados Unidos de Norteamérica: El objetivo son los recursos naturales, minerales, petroleros, de Venezuela.
En este contexto, cabe destacar algunas cuestiones lógicas analizadas por especialistas de la geopolítica que deben considerarse para entender de forma y de fondo la situación que se ha creado, originando a su vez un escenario complejo y preocupante frente al mundo de hoy, donde la humanidad clama por el cese de las guerras, por el diálogo para la búsqueda de soluciones políticas y diplomáticas, siempre dentro del marco de plena soberanía.
El despliegue militar estadounidense en el Caribe enfocado hacia aguas territoriales de Venezuela ha influido de manera inmediata en la opinión pública nacional e internacional originando diversas opiniones, conjeturas, reacciones, hipótesis, todas apuntando a una especie de catarsis con impacto psicoemocional complementado con el incremento de la anunciada recompensa por la “captura” del presidente Nicolás Maduro. ¿A quién va dirigido esto?, como si se tratara de un fugitivo de la justicia.
Vale profundizar en las opiniones de estos analistas cuando indican además que todo se ha movido y se está moviendo en torno a construir y desarrollar un ambiente de tensión psicológica, emocional y mediática tendiente a magnificar una inminente intervención militar estadounidense en territorio venezolano. En este señalamiento se inscribe el despliegue de tres buques estadounidenses frente a las costas venezolanas acompañados por más de 4 mil infantes de marina.
Dado que las pretensiones y argumentos se entremezclan, crean confusión propagandística, que merecen mayor atención, porque, por ejemplo, las herramientas (naves, buques, soldados, infantes de marina, armas, etc, para responder a amenazas contra carteles de la droga no son las mismas que las de un objetivo político concreto. Consideran que el despliegue que se visualiza resulta “desproporcionadamente grande para una operación antinarcóticos e insuficiente para una invasión militar”.
Esto se entiende de tal manera, por citar un ejemplo, solo en abril de 1969, el número de tropas estadounidense en Vietnam sobre paso los 500 mil hombres y mujeres y más de dos millones durante la guerra; en República Dominicana, con 48 kilómetros cuadrados de territorio desembarcaron 42 mil soldados e infantes de marina en 1965, cuando el pueblo defendía la constitucionalidad.
Otra lógica que matiza el escenario montado es que la administración del presidente Trump ahora llama al gobierno de Venezuela y su presidente como “cartel narcoterrorista”, una denominación semántica que envuelve el intervencionismo militar contra un Estado soberano dentro de una aparente acción contra el narcotráfico.
Un aspecto más de esta lógica, es la anunciada incautación de bienes al presidente de Venezuela por valor de 700 millones de dólares en República Dominicana, distribuidos, supuestamente, entre mansiones, yates, vehículos de alta gama, aviones, y otros, información publicada a mediados del presente mes, sin una demostración a la fecha de ninguna prueba documental al respecto, ante lo cual el gobierno dominicano ha debido solicitar por la vía correspondiente una explicación sobre el uso del nombre de nuestro país para agredir a otras naciones, incluido a un mandatario, lo que de muchas formas daña la imagen de República Dominicana; pero esto parece no interesar a nuestras autoridades.
Y, de acuerdo a un gráfico sobre las rutas del narcotráfico en la región que circula en las redes sociales publicado por una reconocida fuente, se preguntan por qué geográficamente el despliegue de buques contra los carteles de drogas en Latinoamérica se hace en el Caribe con miras hacia aguas territoriales venezolanas, considerado este espacio como uno de los mares más vigilados del mundo, y no lo hace en el océano pacífico, donde transita más del 87% del narcotráfico regional?
Se trata pues, de provocar una situación interna desde la psiquis social sin asumir las consecuencias políticas de una intervención directa. Entendiendo esto, Latinoamérica está vigilante cuidando su paz en soberanía. El pueblo venezolano está alistado y listo, con las miras puestas en sus aguas territoriales, su suelo y su cielo, como todos los pueblos del continente a los que sus procesos de independencia, democracia y soberanía les ha costado esfuerzos, sacrificios y sangre de sus próceres, héroes y heroínas. El mundo está pendiente y quiere paz en soberanía.