“Tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe”, Así proclamaba el sabio refrán de los viejos cuando sucedía lo esperado y previsible, fruto inevitable de la repetición de una acción. Y eso fue lo que sucedió recientemente cuando el presidente Luis Abinader calificó de inaceptables e irresponsables las declaraciones sobre las deportaciones de haitianos ilegales en el país, emitidas por Volker Türk, comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
La ONU fue fundada sobre las humeantes ruinas, el dolor y el horror dejados por la Segunda Guerra Mundial. Su creación el 24 de octubre de 1945 obedeció a la necesidad de establecer un mecanismo internacional garante de la paz y la seguridad de las naciones, para promover entre ellas un clima de solidaridad, progreso social y respeto a los derechos humanos. Su historial permite afirmar que se trata de un mecanismo frecuentemente inoperante, donde un reducido número de potencias, con derecho al veto en el Consejo de Seguridad, imponen al resto del mundo su visión y sus intereses.
A fines del 2021, solo la Secretaría de la ONU tenía en todo el mundo 36,574 funcionarios contratados y un presupuesto anual, en el 2019, de 8,591,122 millones de dólares, cuatro veces mayor que el gasto público de Haití en ese mismo año. Esto significa que, si la mastodóntica ONU quisiera dar un paso verdadero, sensible y ejemplar con respecto al pueblo haitiano, más allá de las demagógicas palabras del señor Türk, bastaría que se privase de la cuarta parte de su presupuesto anual y se lo transfiriese, duplicando de inmediato lo que se destina en esa nación a atender las necesidades de su pueblo, y le quedarían aún más de US$6,000 millones para derrochar, mantener su abultada plantilla y seguir sin cumplir los objetivos que fueron trazados en el momento de su fundación.
El gesto digno, soberano y patriótico del presidente Abinader, manifestado en sus justas palabras, ante las desafortunadas declaraciones de un abogado austríaco, nombrado por la ONU como Alto Comisionado para los Derechos Humanos, merece nuestro apoyo; lejos de ser recibidas sus palabras con atención en la sede de New York, fueron respondidas por el propio Sr. Türk al reafirmar, unos días después, que las deportaciones debían cesar mientras duren “las condiciones de crisis humanitaria y de Derechos Humanos, en Haití” lo cual significa, de hecho, dado lo que se observa en la realidad del vecino país, que se exige al gobierno dominicano dejar en suspenso tanto el cumplimiento de las leyes migratorias dominicanas como el propio ejercicio de la soberanía, pues la profunda crisis haitiana no se resolverá en décadas, como no se ha resuelto hasta el presente, ante las mismas narices de la ONU.
No, la ONU no es ajena a esa misma crisis que denuncia. En pocos sitios del mundo, si exceptuamos Palestina, ella ha jugado un papel menos eficaz y contradictorio como en Haití. Sin atreverse a intentar poner orden en el caos apocalíptico que ha destrozado por décadas a esa nación, o lo que es lo mismo, sin valor ni dignidad para enfrentarse a los artífices y beneficiarios de esa situación, y mucho menos para garantizar un desarrollo sostenible a un país devastado, la ONU y sus voceros viven de declaraciones, poses teatrales y fintas que aparentan ser muestras de preocupación y compromiso. Son, sencillamente, cómplices del desastre que tanto nos afecta por razón de la vecindad.
Que sepa quien no lo sabe o no lo quiere saber, que solo en dos años el Estado dominicano a través del Ministerio de Salud invierte 688 millones de pesos en parturientas haitianas y según cifras de un reciente estudio del Observatorio Político Dominicano (OPD) se estima la proyección del gasto presupuestario en partos y cesáreas a extranjeras en hospitales seleccionados entre 2010-2021 ascendió a RD$688,216,600. En 2019, cada parto vaginal practicado a extranjeras le costó en promedio al Estado Dominicano $8,200. En el presente año, el presupuesto asignado a salud pública ascendió a $123,452,761,388 pesos, representa el 3% del Presupuesto Nacional, el más alto en los últimos doce años. El ministro de salud declaró recientemente que el Gobierno, sólo en lo que va del año ha invertido 10 mil millones de pesos en las parturientas haitianas que vienen a hospitales en el país, garantizándoles un trato humano; asimismo, que el porcentaje de parturientas ha pasado del 6 y 7% que venía antes, a un 40 y 60% en el presente mes, en distintas zonas, creando un problema de saturación de la capacidad instalada. Otro dato interesante son las remesas desde República Dominicana hacia Haití, que al 2021 ascendieron a 462,0 millones de dólares, equivalente al 72,3% del total general que remesa el país al resto del mundo. ¿Viola República Dominicana los Derechos Humanos del vecino pueblo haitiano?
Seamos honestos y hablemos claro: las declaraciones del Sr. Türk y la posición de la ONU ante el drama haitiano solo se entienden si sabemos que se trata de un organismo internacional, el más importante del planeta, dominado desde su origen por los gobiernos de Estados Unidos y un dócil instrumento, ande o no ande, de sus políticas e intereses. Sencillamente así y fuera caretas.
Hecha la anterior declaración, contrasta la lenidad de la oficina del Sr. Turk, y de la ONU, en su conjunto, cuando se bombardea Yemén, se masacra en Siria, se destrozaron países como Yugoslavia, Iraq y Libia, millones padecen de hambre en el mundo y se destruye el medio ambiente por maximizar las ganancias del capital. ¿Alguna vez la oficina del Sr. Türk, y la ONU, han denunciado las deportaciones express y las de otro tipo desde EE.UU.? Mientras el Sr. Türk dice estar conmovido por las deportaciones de inmigrantes ilegales haitianos desde República Dominicana, conviene recordarle que, solo en el 2021, más de un millón de deportaciones de inmigrantes ilegales tuvieron lugar en los Estados Unidos.
Como era de esperar en un etéreo funcionario de la ONU, el Sr. Türk también ha pedido al Gobierno dominicano que “… redoble sus esfuerzos para prevenir la xenofobia, la discriminación y las formas conexas de intolerancia basadas en el origen nacional, racial o étnico o en la condición de inmigrante”, sin dudas, la esperada hoja de parra para tapar las impudicias de crear un enemigo falso para no enfrentar al verdadero. ¿Lo ha hecho teniendo en cuenta la xenofobia en Europa o el racismo en los Estados Unidos?
La ONU es inoperante, desnaturaliza sus orígenes, es una verdad que a nadie toma por sorpresa, y es también una máscara para ejecutar las políticas de las grandes potencias, especialmente de los Estados Unidos. De no serlo, no se entiende, por ejemplo, que el gobierno norteamericano mantenga su genocida, inhumano e inmoral bloqueo contra Cuba, cuando durante 30 años consecutivos su Asamblea General, por aplastante mayoría, lo ha condenado, exigiendo su fin. En el caso que nos ocupa, relacionado con la crisis haitiana, no nos sorprenderá por su eficacia y justeza. Es más de lo mismo.
En este contexto sobre y el rol de la ONU y las desafortunadas declaraciones del Sr. Türk, la respuesta del presidente Abinader, firme, valiente, responsable y patriótica, representa el sentir del pueblo dominicano. Por eso reafirmamos: Con el presidente Abinader.