América Latina busca su camino
El título de esta entrega es el nombre de una de las obras empíricas escrita desde la cárcel por el líder estudiantil revolucionario Amín Abel Hasbún, de cuyo vil asesinato durante el régimen del doctor Joaquín Balaguer se cumplen 55 años el próximo 24 de los corrientes, crimen aun impune.
Amín es considerado como uno de los jóvenes políticos de más sólida formación teórica de su época; brillante en los estudios, poseedor de principios éticos escasos en estos tiempos, inteligente y firme en la lucha revolucionaria en favor de las mejores causas sociales. El contenido del ideado libro fue publicado en el nivel en que se encontraba, en noviembre de 1972, posteriormente impreso en 1984 por los talleres gráficos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo-UASD- Se trata de un ensayo inconcluso, cuya edición simboliza un homenaje póstumo al autor, quien dejó un legado literario que abarca cuentos y ensayos, en los que aborda los procesos históricos y sociales de la época.
En su libro Amín insistía en que “Latinoamérica y cada país en particular tiene que elaborar su propia línea política revolucionaria, aplicando creadoramente a su historia y a su realidad la verdad universal del marxismo-leninismo.” Insistía en la necesidad de aprender de las experiencias internacionales, pero siempre con miras a “construir nuestro propio camino”, Su libro quedó inconcluso en el capítulo en que analizaba las experiencias de la revolución de Abril de 1965, cuando el pueblo dominicano se levantó en defensa de la constitucionalidad tras el golpe de Estado contra el primer presidente democrático, el profesor Juan Bosch, que ocasionó la segunda intervención militar norteamericana en territorio dominicano.
La necesaria unidad de la región latinoamericana y caribeña
El símil que hacemos con el libro del inolvidable Amín y la situación actual que vive la región de Latinoamérica y el Caribe, como consecuencia de las amenazas y pretensiones de los Estados Unidos de Norteamérica con su despliegue naval en las aguas territoriales del continente, enfocando hacia el territorio de Venezuela, es un llamado a la atención del liderazgo regional y continental sobre la repercusión que tiene ese despliegue naval bajo la justificación de la lucha contra carteles de las drogas en la región y las consecuencias que tendría el uso de fuerzas militares con ese supuesto propósito cuyas miras están fijadas en la nación venezolana.
Varios líderes y organizaciones políticas, sociales, culturales, académicas, gremiales, y grandes naciones como China, Rusia, Irán, entre otras, se han manifestado expresando su preocupación frente a la situación y en solidaridad con el pueblo venezolano.
Este despliegue naval “mirando hacia Venezuela” tiene repercusión en todo el continente; representa una amenaza de consecuencias impredecibles para cada una de las naciones de esta región, porque no se trata de una lucha contra carteles de drogas, lucha que en todas las naciones, según sus leyes, llevan a cabo en sus territorios y en sus aguas territoriales; se trata de agresión a la soberanía. Y todas son naciones soberanas.
Hasta el momento se desconoce el propósito de fondo del despliegue naval, aunque se puede deducir reflexivamente del también despliegue mediático con efecto psicológico que irradia en la región y el mundo. El contexto describe una situación de máxima alerta que no se despacha ni se resuelve con respuestas mediáticas de corto alcance, sino con firme determinación por la defensa de la soberanía de la Patria Grande (este debe ser el lema permanente del continente). Es lo que está en juego y en riesgo.
Los nuevos tiempos de la geopolítica no admiten intervenciones militares, sino diálogos, concertación y negociación. Cuando esto no es posible porque los intereses tienen otro alcance y dimensión, la unidad en la diversidad es clave. Es la llave para exigir el respeto a los principios del derecho internacional, para aunar esfuerzos y acciones de las organizaciones políticas y sociales a lo interno de las naciones, para unificar las instancias gubernamentales y partidarias con la sociedad, para deponer de los egos y sumar voluntades, para poder enfrentar el hegemonismo e injerencismo imperial, para definir y transitar juntos el camino que conduce a las metas estratégicas, en fin, la unidad amplia, diversa y plural es lo que permitió que en el año 2014, en la segunda Cumbre de la CELAC, celebrada en La Habana, Cuba, Latinoamérica y el Caribe fuese declarada zona de paz. Si no somos capaces de elevar la unidad en la diversidad para defender esta declaratoria no seremos capaces de unir a los pueblos de Nuestra América en la defensa de su autodeterminación y soberanía.
Cuando Amín tituló su libro inconcluso “América Latina busca su camino” sin proponérselo entonces, trazó la pauta de que ese camino es propio para el avance y desarrollo de esta región, su presente y porvenir con paz en soberanía. El pueblo venezolano necesita defender su integridad territorial frente a estas amenazas porque su país está señalado como blanco, pero la situación y sus consecuencias irradian e irradiarán en toda Latinoamérica y el Caribe. Unidad, unidad, unidad.