TRADUCCIÓN DE CORTESÍA
CONFERENCIA EPISCOPAL DE LAS ANTILLAS
9a Gray St, Puerto España Trinidad y Tobago, Indias Occidentales
Presidente: Arzobispo Charles Jason Gordon, Arzobispo de Puerto España
Vicepresidente: Obispo John Persaud, Diócesis de Mandeville
Tesorero: Obispo Robert Llanos, Diócesis de St. John’s-Basseterre
Secretario General: P. Donald Chambers
Teléfono: 1 868 622-2932
Correo electrónico: [email protected]
Sitio web: acchishops.org
25 de octubre de 2025
COMUNICADO DE PRENSA PARA SU PUBLICACIÓN INMEDIATA
De los obispos de la Conferencia Episcopal de las Antillas (AEC)
Al pueblo de Dios en el Caribe.
Los obispos de la Conferencia Episcopal de las Antillas observan con gran preocupación la reciente acumulación de recursos navales y otros recursos militares en el sur del Caribe y las posibles implicaciones que esto supone para el bienestar socioeconómico, político y humanitario de nuestra región y su pueblo.
En unas semanas, el mundo conmemorará la 59ª Jornada Mundial de la Paz. Al reflexionar sobre las palabras del papa Pablo VI, quien en 1966, al instituir esta celebración, instó a la humanidad a buscar la negociación en lugar de la guerra, reconocemos que una vez más nos encontramos en una encrucijada. El diálogo y la cooperación son urgentemente necesarios para aliviar las crecientes tensiones geopolíticas y fomentar una paz duradera.
Al mismo tiempo, debemos expresarnos con claridad sobre los retos morales a los que se enfrenta nuestra región. El narcotráfico sigue devastando las sociedades caribeñas, erosionando vidas, futuros y el propio tejido moral de nuestras comunidades. Se trata de una grave crisis para la Iglesia y para las familias de todo el mundo, a la que tenemos el deber de hacer frente. Sin embargo, la privación arbitraria e injustificada de la vida no puede justificarse como medio de resolución. Tales actos violan el carácter sagrado de la vida humana.Del mismo modo, el desprecio por la soberanía de las naciones independientes no puede aceptarse como una medida razonable en nombre de la seguridad fronteriza. La guerra o la amenaza de guerra nunca son la solución adecuada.
Citando al papa León en una reciente audiencia general: “Nunca debemos acostumbrarnos a la guerra». Su llamamiento se hace eco del papa San Juan XXIII, quien proclamó que «la verdadera paz solo puede nacer de un corazón desarmado de la ansiedad y el miedo a la guerra”. La presencia de buques de guerra y la perturbación de los medios de vida marítimos en nuestras aguas caribeñas representan amenazas reales e inmediatas para la estabilidad regional y el bienestar de nuestras naciones. Como pueblos unidos por un patrimonio común y una identidad colectiva, debemos seguir rechazando la agresión y la intimidación como medios para resolver conflictos o diferencias ideológicas. Nuestra historia ha demostrado que el diálogo y la negociación nos han servido bien como naciones independientes unidas en comunidad y cooperación.
Estamos atentos a las voces y preocupaciones expresadas por nuestro pueblo e instamos a que nos guiemos por las enseñanzas de las Escrituras. Se nos manda amar a los demás, incluso a nuestros enemigos. El mundo puede estar en guerra, pero estamos llamados a rezar por la paz y a actuar por la paz. En este Año Jubilar de la Esperanza, mientras la Iglesia continúa con la antigua tradición del perdón y la restauración, reafirmamos nuestro objetivo común y nuestra hermandad compartida que trasciende las fronteras y los intereses nacionales.
La Iglesia se mantiene firme en la necesidad de proteger a todos los miembros de la sociedad, especialmente a los más vulnerables y marginados económicamente. Los objetivos de proteger nuestras fronteras y eliminar el tráfico de drogas deben perseguirse respetando la ley, la dignidad de la vida humana y con un entendimiento tácito del profundo compromiso de nuestra región con la paz.
A quienes se les ha confiado el liderazgo, les pedimos que reduzcan la militarización y renueven su compromiso con el diálogo y la unidad regional. A los fieles, les pedimos que se centren de nuevo en la fe y la confianza en el Señor, resistiendo el desánimo y el cinismo que amenazan con abrumarnos. Los actos de reconciliación, la fiel observancia de los sacramentos y el rosario en familia siguen siendo poderosas expresiones de esperanza, expresiones que conmueven al cielo y pueden cambiar los corazones de la humanidad.
Nos solidarizamos con todos los pueblos del Caribe, en especial con aquellos más directamente afectados por esta situación. Juntos, depositamos nuestra esperanza, confianza y oraciones en la búsqueda de una solución pacífica y justa que defienda la dignidad humana, la soberanía nacional y el bien común de todos.
FIN
Conferencia Episcopal de las Antillas