República Dominicana ante los resultados electorales en Venezuela: ¿Error propio o diktat imperial?

El gobierno de la República Dominicana, a través de su Cancillería, ha emitido un comunicado expresando su “profunda preocupación por el desarrollo de las elecciones presidenciales en la República Bolivariana de Venezuela”. Lo hace junto a los gobiernos de otros ocho países latinoamericanos, alineados servilmente con las políticas norteamericanas.

También expresa que se apresta a presentar una denuncia ante la OEA, el Ministerio de Colonias de nuestra región, asumiendo una actitud que ya rebasa el nivel de preocupación o duda, en momentos en que aún no ha terminado el conteo de votos por parte de la máxima autoridad electoral de Venezuela, ni se han dado los pasos legales establecidos para cerrar este proceso, incluyendo la atención a insatisfacciones y emplazamientos que vayan por los cauces legales.

En realidad, esta era la actitud esperada si se producía, como se produjo, una clara victoria del pueblo chavista y de la Revolución Bolivariana. Nunca el imperialismo y sus complacientes corifeos han aceptado por las buenas las victorias de los pueblos. A cada una de sus derrotas, siguen las denuncias, las artimañas, los leguleyismos, el acarreo de voceros, las campañas de descrédito y mentiras, la movilización de organizaciones desprestigiadas, como la OEA, y luego, de no producirse el efecto deseado, que en Venezuela se da por descontado que no se producirán los bloqueos, las sanciones, la subversión, las guarimbas, hasta escalar a un escenario donde una intervención militar extranjera intente reponer en el poder a sus lacayos, una y otra vez derrotados.

Esta vez, en el caso de Venezuela, la triste comparsa adonde se ha dejado arrastrar el gobierno dominicano ha batido todos los récords de lo burdo, no dejando ni una hojita de parra para tapar sus vergüenzas. No han podido esperar ni a que cierre el proceso y se presenten las actas, mesa por mesa, como la autoridad electoral ha declarado que se hará, porque nada tiene que esconder. En el fondo, la celeridad atropellada con que se mueven deja el obvio sabor de la premeditación, la alevosía, la previa concertación y la supeditación al imperio.

En celeridad irracional y anti-política, esta actitud del gobierno dominicano solo es comparable con la del gobierno de Trujillo cuando fue el primer gobierno del mundo en reconocer al tirano Fulgencio Batista, apenas dos días después de haber dado en Cuba el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

Están desesperados y saben que cada minuto que pasa se les escapan los pretextos, y caen las mentiras y las manipulaciones. Ya no es fácil engañar al mundo. Y las pruebas están a la mano y no las podrán obviar.

La República Dominicana se mancha al entrar en semejantes componendas y con semejantes compañías, que no son de su interés nacional, ni honran la historia de hermandad con el pueblo venezolano. No tenemos derecho a inmiscuirnos en las cuestiones que solo atañen a los venezolanos y que, a la fuerza, nos obligan a alinearnos y, a partir de ahora, enredar a la nación en todos los frentes de confrontación del imperio, a nivel global, en la ímproba tarea de evitar su inevitable caída.

Respete el gobierno dominicano nuestro tradicional respeto a los asuntos internos de cada país, y si quiere de verdad ejercer un papel más activo en las relaciones internacionales, en defensa de derechos y principios, condene inequívocamente el siniestro genocidio y los asesinatos de niños, mujeres y civiles que comete a diario el régimen nazi-sionista de Israel, con armas y el apoyo norteamericano, sin que se exprese preocupación ni se convoque al espectro decadente de la OEA.

Como consecuencia de esta postura injerencista del gobierno dominicano en asuntos internos del pueblo venezolano, se rompen las relaciones diplomáticas entre ambos países, rompiendo así los lazos históricos de amistad y hermandad que siempre han unido a ambos pueblos.

Esta decisión la ha anunciado el gobierno de Venezuela luego de que el gobierno de la República Dominicana y otros países, a través de sus respectivas cancillerías, se pronunciaran en contra de un proceso electoral transparente.